Mi historia
Mi nombre es Karina Ubeda, tuve un accidente cerebrovascular a causa de una malformación en Noviembre del 2018. Luego de una recuperación intensa donde tuve que aprender a hablar, comer, caminar y a crear una nueva vida, se me ocurrió crear una comunidad para guiar a las personas y familias que estén pasando por esta situación.
Era un día sábado por la mañana, estaba muy cansada, pero me tenía levantar a dar una prueba a la universidad, apenas pude llegar la ducha; pensé que era normal porque me había quedado estudiando hasta tarde. Me tiré en la cama envuelta en la toalla, cuando tuve la fuerza para levantarme siento que se me da vuelta un vaso de agua dentro de mi cabeza, igual que cuando se te da vuelta encima de la ropa, al levantarme me caí, sentía todo mi cuerpo dormido, las piernas, los brazos y la cara, traté de gritar, pero apenas salía un gemido muy suave de mi boca. Comencé a arrastrarme por el suelo hasta que escuché a mi perrita Afrika llorando en la puerta de mi pieza. Mi mamá notó algo raro, cuando abre la puerta me ve tirada en el suelo. Rápidamente vino mi papá y mi hermano, me bajaron por las escaleras y me llevaron a urgencias.
"Esta parte del camino de tu vida va a ser dura y agotadora, de mucho esfuerzo y trabajo, pero también de lindas recompensas"
Empezando a tomar conciencia
En Urgencia detectaron que tenía un ACV y que de no actuar rápido mi vida corría serio peligro. Me operaron y secaron la hemorragia, pero no pudieron detectar la causa. Desperté en la UCI y cuando empecé a tomar conciencia no podía hablar ni mover mi lado derecho. Lo único que sabía era que esto iba a ser un camino largo y difícil. Cuando estaba sentada era terrible el dolor de cola (nunca supe si fue al caerme o por perdida de masa muscular) pero lo desesperante era no poder avisar que me dolía. Tampoco veía bien. El primer logro fue cuando empecé a decir palabras, pero decía palabras que no se entendían o nada que ver con lo que quería decir, pero por lo menos sabían que no se me habían dañado las cuerdas vocales. El segundo logro fue cuando me sacaron la sonda gástrica, el instinto de una madre es lo más fuerte, insistió para que me la sacaran, me dolía mucho la garganta y mandíbula, pero no sabía cómo decirlo, pero mi mamá si entendió; cuando me sacaron la sonda el dolor desapareció, la enfermera se dio cuenta de que era la misma sonda del día del accidente, una sonda gruesa para pacientes inmovilizados y que además ya estaba muy sucia, es decir una vez que ya empieza el paciente a moverse esa sonda debe cambiarse por una más flexible y delgada. Luego me operaron por segunda vez a través de la ingle, donde los médicos ocluyeron los vasos sanguíneos para prevenir un nuevo accidente; la operación fue todo un éxito. Habían días en los que no avanzaba y otros en los que sí, empecé a ir al gimnasio de la clínica, luego a caminar, estaba hablando mejor y confundiendo menos las palabras. Me visitó Afrika a la clínica y cada día habían buenas noticias hasta que me fui de alta.
De alta y media vuelta
Seguí con mi rehabilitación, que consistía en kinesiologías, terapias, fonoaudiología, cámara hiperbárica, Teletón, acupuntura y cuando tenía un poco de tiempo me arrancaba a los caballos o a pilates.
Seis meses después los doctores, para asegurarse de que todo haya quedado bien, quisieron hacerme otro examen, no podían ser solo buenas noticias, salió malo. Me tuvieron que hacer una tercera intervención, para resecar todas las malformaciones posibles. Tenía mucho miedo de volver a pasar por lo mismo, pero salió todo bien, salvo el susto que nos hizo pasar unos episodios extraños en donde no podía controlar mi cuello y mis ojos que se me iban con una fuerza enorme hacia arriba y atrás, pero los doctores descubrieron que lo producía un anti náuseas y no eran ataques de epilepsia ni convulsiones como consecuencia de la cirugía, fuera de haberme asustado y debilitado mucho, esos episodios ahí quedaron. Después de un año me hicieron otro examen donde aparecieron nuevamente malformaciones arteriovenosas, me volvieron a operar, esta vez fue por angiografía y la recuperación fue mucho más rápida.
Al contar mi historia busco poder ayudar a familias que estén pasando por lo mismo, que sepan que teniendo fe, todo es posible, que si hablas leseras es por afasia y no por locura y puede mejorar, que la parálisis facial puede pasar; saber que la sonda les puede molestar, y sobre todo que tengan mucha paciencia y ganas de salir adelante, porque con ganas todo se logra. Esta parte del camino de tu vida y de tu familia va a ser dura y agotadora, de mucho esfuerzo y trabajo, pero también de lindas recompensas.
Quiero agradecer a mis médicos tratantes Andrés Reccius, Francisco Mena, Soledad Soza y Luis Contreras por su dedicación, profesionalismo y cariño.
"Esta parte del camino de tu vida va a ser dura y agotadora, de mucho esfuerzo y trabajo, pero también de lindas recompensas"